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¿Por qué, a la una, decimos “buenas tardes” cuando todavía es por la mañana? ¿Por
qué en varias emisoras de radio rezan el “Ángelus” mucho antes de la hora
adecuada?
Son curiosas las paradojas que se producen por la utilización de elementos ligados a la hora verdadera (la hora solar) pero refiriéndolos a la hora oficial, la que los políticos nos han impuesto, y este desajuste está relacionado con el consabido cambio de hora.
Son curiosas las paradojas que se producen por la utilización de elementos ligados a la hora verdadera (la hora solar) pero refiriéndolos a la hora oficial, la que los políticos nos han impuesto, y este desajuste está relacionado con el consabido cambio de hora.
Este domingo de madrugada de nuevo toca cambiar el reloj. A la
mayoría de la gente que conozco no le gusta nada el cambio de hora de octubre.
Por la tarde, cuando la luz ya había empezado a acortarse notablemente, de
repente se nos viene el alma encima viendo que ya es de noche a la hora del
paseo. Es sobre todo una sensación sicológica, de desesperanza, de la llegada
de las tardes oscuras del invierno, en definitiva de la pérdida de la tarde, el
mejor momento del día para muchos.
Hay algunas pocas excepciones. Los dormilones, que esa noche
tienen una hora más para quedarse en la cama agradecen ese cambio. Pero una vez
que esa noche pasa, ni siquiera a ellos les gusta la nueva situación.
Esta sensación negativa no suele producirse con el cambio de
marzo, por la misma razón. De repente tenemos una hora más de luz en momentos
de asueto.
Mucha gente protesta por el cambio de octubre pero no por el
de marzo, y sin embargo éste es consecuencia de aquel. Ahora no se hace un
cambio. Se deshace; y se deja la situación como estaba. Es cierto que la noche
llega muy pronto, y esto ocurriría igual si no se hiciesen ninguno de los dos
cambios horarios. Pero ocurriría lentamente y nos adaptaríamos poco a poco sin
ese impacto repentino. La sensación desde luego, no sería la misma.