Curiosidades sobre los astros, propuestas de observaciones sencillas, aspectos cotidianos pero poco conocidos, todo ello con un enfoque didáctico.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Las Leónidas, una lluvia excepcional

Puede parecer increíble, cómo algo tan pequeño (menos de 1 centímetro) que está tan lejos (a unos 100 kilómetros) pueda producir un efecto tan llamativo, y no solo eso, tan especial que haya creado la tradición de pedir un deseo al verlo. Son las estrellas fugaces.

Se producen cuando algo parecido a un grano de arena proveniente del espacio, normalmente un pequeñísimo resto de un cometa, entra en la atmósfera, la ioniza y da la impresión de que es una estrella que cae.



Ya se acerca una nueva ocasión para intentar verlas. El  día 18 de noviembre, lluvia de estrellas fugaces, las Leónidas; aunque en realidad puede verse alguna tres o cuatro días antes y después de esa fecha. Como es habitual, reciben ese nombre porque sus trayectorias parecen surgir de un punto en la constelación de Leo. A ese punto se le llama radiante y ahora está situado en una zona del cielo cercana a los llamativos planetas Venus y Júpiter, por encima de ellos.

De todas formas no te hagas demasiadas ilusiones porque el título del post no hace referencia a  la lluvia de este año, de la que no se espera demasiado, sino a las Leónidas en general porque posiblemente sea la lluvia más interesante históricamente y en ocasiones ha dado espectáculos impresionantes. Aunque solo sea por eso, merece la pena hablar de ellas.
Llevo muchos años observando lluvias de estrellas fugaces como mero aficionado solo por placer, y desde luego la lluvia de mi vida, con muchísima diferencia, fueron las Leónidas de 1999 desde un apartado lugar de la provincia de Segovia de cuyo nombre no puedo dejar de acordarme.

Cada lluvia de estrellas fugaces está relacionada con un cometa, y en este caso se trata del Tempel-Tuttle, Los restos de polvo y pequeños granos de roca que se desprendieron del cometa cuando éste se acercó al Sol y formaron la cabellera y la cola, quedan diseminados por las proximidades de su órbita y cuando la Tierra intercepta estos granos de polvo se producen las estrellas fugaces o meteoros. Siempre en las mismas fechas porque en el punto en que se cruzan las órbitas del cometa y la de la Tierra, nuestro planeta está siempre en la misma fecha, aunque en realidad puede haber ligeros cambios sobre todo a largo plazo por diversas razones.
La lluvia más famosa a nivel popular es la constituida por las Perseidas, que se ven hacia el 12 de agosto, y que rondan una THZ (Tasa Horaria Zenital) de 80 meteoros, luego explico esto de la THZ, y la más abundante las Gemínidas, el 14 de diciembre con unas 120. De las Leónidas de este año no se espera una THZ mayor de 20.

Cuando se producen las diferentes lluvias de estrellas fugaces, la gente casi siempre se siente defraudada e incluso engañada, por los medios de comunicación. Esta frase la he oído muchas veces: “El pasado agosto dijeron en la tele que habría unas 100 estrellas fugaces cada hora pero nosotros en media hora solo vimos 4, y nos marchamos decepcionados”

En este asunto en muchos casos la culpa no suele ser de los medios, sino de los astrónomos y divulgadores que no se lo explicamos bien, o dejamos caer unas cifras que suponen un aspecto técnico pero no reflejan la realidad que va a encontrar la gente.
Para cuantificar el número de meteoros que podrán verse se utiliza la mencionada Tasa Horaria Zenital (THZ), normalmente en el momento del máximo, que indica cuántos se verían en una hora en condiciones ideales: El cielo limpio de nubes, sin Luna ni contaminación lumínica, cubriendo el observador todo el cielo, observando en el momento de la máxima actividad de la lluvia, y con el radiante en el lugar más alto del cielo.
Un observador ocasional nunca cumple estas condiciones, entre otras cosas porque en la mayoría de las lluvias el radiante está alto de madrugada y a esa hora solo los verdaderos aficionados expertos suelen estar al pie del cañón.
Además las dos últimas condiciones solo se cumplen simultáneamente en una determinada zona del planeta, y normalmente ahí está la ley de Murphy para hacer que ese año que la Luna no molesta, esa zona tampoco sea la nuestra.
Por eso, en una observación normal de personas simplemente curiosas, en la primera mitad de la noche, en un lugar medianamente oscuro, puede ser razonable esperar ver entre una quinta o una décima parte de lo que dijeron en la tele. Por supuesto esta décima parte variará a más o a menos según cada uno de los factores señalados.
El astrónomo le dice al periodista que habrá una tasa horaria de 100, y el periodista interpreta que se verán 100 cada hora y así lo cuenta. Luego el observador prepara un montón de deseos, y se queda frustrado sin poder pedirlos.

Si actualmente las leónidas apenas ofrecen 15 o 20 meteoros a la hora, ¿Por qué son excepcionales? Como se ha dicho, históricamente ha habido algunas lluvias de leónidas extraordinarias y además, a veces suelen dar sorpresas inesperadas con una actividad mayor de la prevista, o también mucho menor.
Aproximadamente cada 33 años pueden verse varios miles de meteoros a la hora, a estas lluvias se les llama “tormentas”, y en alguna ocasión se habla de más de 100000.
 El gráfico es solo un dibujo esquemático para visualizar que tras el paso del cometa cerca del Sol, su órbita queda llena re restos que provocarán la tormenta de estrellas. Luego se van dispersando y la Tierra encontrará muchas menos. Puede parecer que las órbitas se cortarían en dos puntos y podría haber dos lluvias anuales  En realidad, La órbita del cometa está ligeramente inclinada, 17º, respecto a la de la Tierra y por ello, en tres dimensiones, solo en el punto 1 las dos órbitas están cercanas. En el otro punto (en 2), el cometa pasa muy por debajo.
 Hay un cometa, el famoso Halley, que sí provoca lluvias en los dos puntos.
 El gráfico está en PERSPECTIVA. En planta la órbita de la Tierra debería ser prácticamente circular.
 - En proporción con el tamaño de la órbita de la Tierra, la del cometa sería aún mayor de lo que aparece.
 El cometa Tempel-Tuttle tiene un periodo de 33,2 años, y después de que pasa por las cercanías del Sol deja tras de sí abundantísimos restos que con el paso de los años se van diseminando. Esto ocurre también con otras lluvias como las Perseidas, pero en menor medida. Las lluvias del primer o primeros años tras el paso del cometa serán las mejores con mucha diferencia.


Por ejemplo en 1833 en algunas zonas de Estados Unidos no dejaron de aparecer montones de leónidas durante más de 6 horas y alguien estimó que se habían visto más de 200000. Algunas personas la noche siguiente se extrañaban de que todavía quedasen estrellas en el cielo con todas las que habían caído, aunque sabemos que no tienen nada que ver con las estrellas.
33 años después en otra gran lluvia se contaron 6000 meteoros cada hora.
Recordando que también habían ocurrido en 1766 y 1799, la periodicidad quedaba clara y se esperaba otra lluvia en 1899, pero no llegó. Ocurre a veces, que los planetas exteriores, sobre todo Júpiter, modifican la trayectoria de estas partículas y se desvían del camino de la Tierra, e incluso pueden modificar la propia órbita del cometa.
En 1933 fue una lluvia normal, pero en 1966 fue tremenda. Nada menos que una tasa de 100000 meteoros por hora, aunque solo durante unos 20 minutos. Cuentan que la gente, asustada, creía que llegaba el fin del mundo y corría a refugiarse en sus casas.
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También se indica en el gráfico que la Tierra y el cometa se mueven en sentido contrario y eso hace que las leónidas sean muy rápidas, unos 70 km/sg. La Tierra se mueve a 30 km/sg y los meteoroides a 40. Como en un choque frontal de dos coches, la velocidad relativa de uno respecto al otro, sería la suma de ambas.
La poca inclinación de las órbitas y el sentido contrario en el movimiento hace que especialmente en esta lluvia el radiante esté alto de madrugada, que es cuando la Tierra avanza hacia nuestro “arriba” y sea el mejor momento de observación.
En cuanto a la fecha en que se produce el máximo de meteoros, actualmente es el 18 de noviembre pero ha ido cambiando con el tiempo debido a varios factores. Las leónidas se han ido retrasando apreciablemente a lo largo al menos de los últimos 10 siglos. Ya hablaré de ello con ocasión de otra lluvia para no alargar esto. 

A pesar de que los mejores años de las leónidas ya pasaron, y a la espera de 2033, este año parece que Murphy sigue de vacaciones: Según las previsiones el máximo será el día 18 a las 5 (hora oficial) y en la península coincide con el radiante en lo más alto. En Canarias no tanto, pero tampoco será mala posición. Además a esas horas la Luna ya se habrá puesto y no molestará. Solo tendremos que madrugar un poco y si no hay nubes pillaremos las condiciones ideales. Alguna ya veremos. En América lo verán con el radiante demasiado bajo y la Luna alta, molestando.
No obstante hay otros cálculos que sitúan el momento del máximo en la tarde anterior, el día 17 a las 22h. Si así fuese, el radiante estaría debajo del horizonte y no veríamos gran cosa. Los chinos, en cambio, lo tendrían muy bien.
Este tema del cálculo de la hora del máximo y otras circunstancias de las lluvias de meteoros es uno de los pocos en astronomía en que no se sabe exactamente como y cuándo ocurrirá, por lo que puede haber varias hipótesis.


UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE
Cuando hablo o escucho algo sobre lluvias de estrellas no puedo dejar de rememorar aquella madrugada del 18 de noviembre de 1999. Ya sé que no os importa en absoluto porque es un tema personal y lo mezclo con chascarrillos que no vienen a cuento, pero me vais a perdonar, que es mi blog y no puedo dejar de contarlo, aunque sea en letra pequeña para que no os apetezca leerlo.

Aquel curso yo no tenía alumnos porque estaba liberado para aprender euskera con dedicación 24 horas y por eso mismo tampoco mantenía contacto con los colegas astrónomos. Así no tenía compromisos para organizar observaciones, lo que alguna vez me ha costado el no poder desplazarme al lugar idóneo con mejores perspectivas meteorológicas para no dejar tirados a los alumnos. 

Llegada la fecha de las Leónidas, me cogí el coche yo solo a primera hora de la noche del día 17 y dije en casa que me iba a Artxanda, a 15 minutos, un alto junto a Bilbao que salva algo la contaminación lumínica de la ciudad por la otra vertiente. El cielo estaba nublado, pero la esperanza y algún pequeño claro… Imposible, no había nada que hacer. ¿Vuelta a casa?. Bueno, ya que estaba conduciendo ... recordé que siguiendo la autopista hacia el Sur, a menos de 80 km tras el paso de Subijana, a veces se despeja de pronto. Sí, allí había claros, pero no vi ningún meteoro antes de que se cubriera todo de nuevo. ¿Volver? O ya que estoy aquí, quizás continuar más hacia el Sur. No tenía a nadie a quien pedir opinión o permiso. Varias experiencias similares en sendas áreas de descanso de la autopista antes y después de Burgos, pasar Aranda de Duero a casi 250 km, seguir aún más, entre la distancia y las paradas casi las 3 de la madrugada… Y de repente parece que el cielo se abre. Tomo la primera salida de la autovía y me desvío a un camino de tierra. Enseguida ví la primera, luego otra, decenas, y muchas más sin parar. Realmente increíble. No pongo más detalles para que imagines libremente. Más que eso. Aunque a ratos se cubría parcialmente, seguían viéndose por los claros que quedaban entre las nubes. Las iba grabando en un casete para hacer luego un recuento, y sí. Resultados consistentes con la THZ que calcularon a posteriori los expertos: más de 3500. Cuando a pesar de la emoción me dí cuenta que ya debía volver para llegar a clase a tiempo a la mañana siguiente, pensé que debía contar la experiencia en la redacción semanal que obligatoriamente debíamos hacer, cuyo tema era libre excepto la letra inicial, esa semana tocaba la F.  No se me ocurre nada relacionado con las estrellas fugaces que en euskera empiece por F, y pienso que una solución puede ser averiguar dónde estoy, buscar luego en el mapa algún pueblo de la zona cuyo nombre empiece por esa letra y el título podría ser “F…tik hurbil gertatu zena”  “lo que ocurrió cerca de F…”. Pero no hay muchos pueblos que empiecen por F. Al otro lado del talud de la autovía, apenas a 200 metros, ni siquiera había visto el pueblecito que allí se encontraba: El cartel que lo anunciaba me dejó perplejo, casi tanto como me habían dejado las leónidas: FRESNO DE LA FUENTE.    

 Allí tuve la experiencia de observación astronómica más increíble de mi vida

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