Curiosidades sobre los astros, propuestas de observaciones sencillas, aspectos cotidianos pero poco conocidos, todo ello con un enfoque didáctico.

domingo, 15 de octubre de 2017

Desde más arriba

Hoy, como en muchas otras ocasiones,  también voy a escribir sobre cómo vemos los astros desde el tercer planeta, pero desde un poco más arriba de lo habitual: cosas que podemos ver desde un avión en vuelo.

Y también como en muchas otras ocasiones, ha sido una experiencia personal inesperada lo que me ha impulsado a escribir esto. Porque aunque uno haya realizado numerosas observaciones del cielo y crea haberlo visto casi todo, en ocasiones hay circunstancias y casualidades que se alían para ofrecerte algo diferente.

El pasado 5 de octubre para acudir, representando a la Asociación para la Enseñanza de la Astronomía, a la presentación de un proyecto didáctico patrocinado por la Agencia Espacial Europea, tomaba una avión en el aeropuerto de Madrid que tenía su salida a las 19:35 con destino a Granada y, como siempre que puedo elegir, tenía mi asiento junto a la ventanilla, en este caso al lado izquierdo (asiento A)
Embarcando en Madrid
Justo en el momento de embarcar el Sol nos regalaba sus últimos rayos, y ya cuando el avión despegó con unos minutos de retraso se había ocultado por el horizonte, despidiéndose hasta el día siguiente. O eso creía yo.


La dirección del viento en aquellos momentos hizo que a pesar de que el viaje era hacia el Sur, el despegue se produjese hacia el Norte.
Eso motivó que, mientras iba tomando altura y antes de que girase 180º para tomar el rumbo correcto, pudiera apreciar desde mi ventanilla un hermoso panorama del Oeste, con unos colores rojizos muy llamativos.
La imagen, tomada con el teléfono y a través de la ventanilla no hace justicia al precioso colorido del horizonte tras la puesta de Sol.

Una vez que el avión giró y se dirigió hacia el Sur, seguí mirando la imagen que brindaba el horizonte Oeste por los huecos de las ventanillas del otro lado de donde yo estaba, y mientras observaba ocurrió algo curioso: El Sol volvía a asomar, retrocediendo sobre los montes del horizonte, y brindándonos unos cuantos minutos más de día. 
El motivo evidentemente era el ascenso del avión y la diferente perspectiva desde lo alto (en la cima de los montes anochece después que en los valles) pero no pude dejar de pensar en un fenómeno que de manera habitual se produce todas las tardes en algunos lugares de Mercurio, sobre lo que hablé hace tiempo en el artículo “Algo extraño está ocurriendo en Mercurio“ 

Volví luego la vista hacia mi ventana, donde ahora podía ver el horizonte Este, y unos instantes después otra sorpresa: una luz amarillenta y muy brillante aparecía por ese horizonte entre la neblina: La salida de la Luna llena.

Desde luego, no era la primera vez que veía esa extraña luz aparecer por el horizonte, pero desde el aire, con el cielo totalmente limpio y más oscuro, y con una notable neblina  fue realmente impresionante.

Pero lo más curioso es que por el Oeste, aunque me caía al otro lado, podía ver que seguía estando el astro rey. Tuve suerte de que desde mi asiento el Sol apareciese justo en la posición de una de las ventanillas y que los viajeros de ese lado no me la tapasen

Durante unos minutos ambos astros aparecían imponentes, uno en cada lado, mostrando una estampa casi surrealista. El espectáculo era impresionante: mirabas a un lado y un sol a punto de ponerse, rojizo, espectacular. Mirabas al otro y una brillante luna llena amarillenta dando un imagen casi mágica, diferente de la que vemos desde aquí abajo. 
El Sol y la Luna llena, la Luna llena y el Sol. Fueron unos minutos impresionantes. Mi compañero de asiento debió pensar que tenía a su lado a alguien un poco “friki”, pero no me importaba. De hecho no fui el único que lo apreció y quedó subyugado por la visión, porque vi como algunos pasajeros grababan el espectáculo en vídeo con sus teléfonos, manteniéndolos en alto y haciendo un giro de 180º.

Luego, poco a poco, el astro rey fue descendiendo y pudimos disfrutar de la segunda puesta de sol de aquel día. 

Tal como explico a continuación en el anexo, lo que se pudo contemplar durante aquellos instantes desde el avión hubiera sido imposible verlo desde el suelo del tercer planeta.




Tengo que confesar que no tengo demasiada experiencia en estas cosas porque no viajo mucho en avión, y que es posible que algo de lo que escribo no sea totalmente exacto. Pero guiado por algunos recuerdos e impresiones imborrables, quiero relatar algunas de estas circunstancias.

Aunque pudiera parecer que esos 9 o 10 kilómetros de altura que se alcanzan habitualmente en los vuelos comerciales no son nada teniendo en cuenta que el diámetro terrestre son más de 12700 kilómetros, hay algunos detalles que cambian algo.

La primera diferencia importante si observamos el cielo desde un avión es que a esa altura normalmente no hay nubes y veremos el cielo limpio y espectacular. De noche no tendremos apenas contaminación lumínica en el exterior, y en los crepúsculos el cielo se verá algo más oscuro por tener menor capa de atmósfera que difunda la luz solar, pero en contrapartida no podemos eliminar el cristal, que nos molestará, y normalmente la luz interior estará encendida y habrá que pegarse a la ventanilla para distinguir el cielo.

El horizonte está más bajo, y eso puede provocar diferencias significativas en algunos aspectos en la visión de astros que desde tierra estarían ligeramente debajo del horizonte u ocultos ya tras los montes, pero desde esa altura son visibles.

El Sol y la Luna llena simultáneamente
Cuando pude ver a la vez la Luna y el Sol desde el avión el pasado día 5, desde la superficie terrestre sería imposible. Prácticamente coincidía con la luna llena (a menos de una hora) y una latitud eclíptica de casi -5º, cuando nuestro satélite salió por el horizonte teórico de Madrid el Sol se encontraba ya 4º por debajo.

Desde tierra es posible ver salir la Luna, los días anteriores a la fase llena, antes de la puesta del Sol, pero el cielo brillante hace que no destaque apenas y sea difícil de distinguir. Cuando en ocasiones vemos salir una luna brillante, casi llena que nos sorprende en un cielo ya algo oscurecido y a veces parece como si hubiese fuego allá en el horizonte, en realidad nuestro satélite está en fase menguante. El espectáculo que pude presenciar hace unos días sería imposible desde el suelo.
De estos temas hablé en "¿Cuándo sale la Luna?

Estrellas y otros astros
El observar las estrellas desde un avión tiene sus dificultades porque la luz ambiente interior y el cristal de la ventanilla impiden una visión clara. Cuesta distinguir constelaciones y apenas se intuyen las estrellas más brillantes pegando la cara al cristal y fijándose bien. Pero el Sol, la Luna y los planetas cuando están más brillantes se distinguen bien, aparecen más altos sobre el horizonte y como en el ejemplo anterior, permiten verlos en situaciones que desde tierra sería imposible.

Por ejemplo Mercurio gana mucho desde el aire porque como cuando es observable está situado  siempre cercano al horizonte, la situación mejorará. Lo mismo la Luna cuando está en fase muy fina cercana a luna Nueva.

Recuerdo en un viaje de vuelta de Chile en 2013, las bonitas imágenes del primer planeta y la Luna menguante, solo 2 días antes de luna nueva, que muestro en estas dos fotos tomadas el 8-4-2013 volando sobre el atlántico.
Mercurio puede ditinguirse en el centro de la imagen




















La Luna y Mercurio, sobre los tonos rojizos del horizonte antes de amanecer
Tomadas con mi cámara de fotos, que por comodidad ha dejado de ser mi inseparable compañera, estas dos imágenes tienen mucha más calidad que el resto, obtenidas con la del teléfono.

Cielos crepusculares
Aunque en los crepúsculos el cielo no cercano al horizonte estará más oscuro de lo habitual, el Sol ya debajo del horizonte estará más cerca de él y cuando en el suelo en la vertical del avión sea ya noche cerrada, desde arriba en ocasiones podríamos ver aún el horizonte iluminado por una preciosa luz rojiza.

Esto lo comprobé en un viaje París – Pekín que realicé al principio del mes de julio de  2009 para ir a observar un eclipse de Sol en China.
Ruta seguida por el avión. Aunque parezca extraño, es el camino más corto (un círculo máximo que pasa por las dos ciudades). En el mapa parece que da un rodeo, pero los mapas deforman la situación y en un globo terráqueo se ve bien.
El vuelo salió ya avanzada la tarde y la trayectoria del avión, siguiendo la ruta más corta, pasaba durante las horas centrales de la noche por latitudes septentrionales, que aún estando alejadas del círculo polar y por ello de la zona de día perpetuo, la altura del avión permitió que no llegara a oscurecer totalmente en todo el vuelo y siempre estuvo el horizonte iluminado. Ese día cambiamos de fecha pero no se nos hizo de noche.

Cuando puedas, disfruta de los crepúsculos desde 10000 metros de altura. Son diferentes y preciosos

Esta imagen (aunque de mala calidad muestra unos colores significativos) no es de aquel vuelo a China, sino del de hace 10 días camino de Granada, pero más o menos así recuerdo que se vio el horizonte durante toda la noche de viaje.

Si quieres ver el cielo diferente a lo que estás acostumbrado desde la superficie del tercer planeta, cuando vayas a volar por la noche o en los crepúsculos intenta conseguir el asiento junto a la ventanilla. Pero antes, piensa en qué dirección vas a viajar y a qué lado puede estar lo más interesante.

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