Ahora mismo (escribo esto el 31 de julio de 2020), una nave espacial viaja a Marte a una velocidad de más de cien mil km/h que va reduciendo lentamente, y dirigiendo su trayectoria sin ninguna maniobra, automáticamente, gracias a un genio que en su confinamiento a causa de la pandemia pudo encontrar las claves para este viaje hace ya más de 3 siglos. Lo hace con calma, con los motores apagados, sin que nadie tenga la necesidad de estar controlando su velocidad o la dirección que va tomando(*).
Después de que ayer fuera el
centro de las miradas de millones de personas que vieron en directo su
lanzamiento, de las comprobaciones nerviosas de los ingenieros y la tensión de
muchos científicos que cruzaban los dedos para que todo saliera bien y no se
frustraran sus proyectos de años, ahora viaja solitaria y sin atraer la más
mínima atención sobre su marcha rutinaria.
Tras el lanzamiento, y una vez Mars 2020 dirigido hacia su destino, los ingenieros de NASA se relajan, e incluso uno de ellos coge su mochila y se retira con prisa.
Si quieres revivir el momento, puedes ver aquí el vídeo de aquellos minutos cruciales:
Si. Ayer fue un día muy especial
en la historia de la exploración espacial porque se produjo, después de algunas
dudas y dificultades, el lanzamiento por parte de la NASA de la misión Mars 2020, entre cuyos
objetivos está el de analizar la posibilidad de existencia de vida en
Marte en un pasado, y recoger muestras que serán enviadas a la Tierra en
futuras misiones. Algo que no se había hecho nunca y supone un hito en la
investigación del planeta rojo.
Selfie del rober Curiósity en Marte. El Mars 2020 es gemelo suyo en cuanto a estructura, pero más ambicioso en cuanto a objetivos y recursos.